Segundo Encuentro Nacional de JUVOMICA en UPS de Quito (Ecuador) del 4 al 8 de agosto de 2010

lunes, 26 de abril de 2010

SER Y HACER DE LOS JÓVENES


Los contextos y las estructuras sociales de América Latina y el Caribe que influyen en el ser y hacer de los jóvenes


DEFINICIONES Y ENFOQUES SOBRE JUVENTUDES
Jessica Villacrés Baldeón
Especialista en Políticas Públicas, Planes y Programas

¿Quiénes son los jóvenes y las jóvenes?

A lo largo de la historia, la sociedad en su afán de mantener un orden ha ubicado a las personas en diferentes espacios según la definición que le da a cada uno, por ejemplo coloca a la gente blanca como superior y a los afrodescendientes e indígenas como inferiores. A la juventud la ha definido de varias formas, indicando que es una etapa de transición para llegar a ser adultos, un proceso de paso caracterizado por la inmadurez, irresponsabilidad, la falta de criterio, el cambio de genio, la pérdida de valores, el irrespeto a los mayores; estas premisas han hecho que se mire a los jóvenes sin importancia, que no se invierta en ellos y en ellas, que se piense en el control, la orientación y la violencia como métodos de disciplina.

La juventud no se puede definir solo tomando los aspectos biológicos o sicológicos ya que depende del contexto local y de las situaciones que se viven en dicho contexto, no hay una definición de juventud única, ya que esto implicaría generalizar y poner en un solo saco a todos/as las/os jóvenes, lo cual es injusto porque se cae en la homogenización, al pensar que son iguales, de la misma forma se estereotipa a este sector, asegurando que todo lo que a ellos se refiere es malo. “Todo aquello que caiga en el homogenización o en el estereotipo carece de valor científico y ético”[1].

Históricamente han existido algunas corrientes teóricas, que pretenden atribuirse una definición de juventud con tres características comunes:
Homogenizantes, se piensa que existe un solo tipo de joven (hombre, mestizo, urbano, soltero, clase media, que vive con sus padres/madres, que estudia, sin ninguna discapacidad) y se invisibiliza la diversidad de jóvenes existentes.
Estigmatizantes, se hacen prejuicios negativos y se desvalorizan las expresiones juveniles como la ropa que usan, la música que escuchan, el lenguaje que utilizan, etc. diciendo que todo es malo y que los tiempos pasados fueron mejores.
Adultocéntricos, plantean al adulto como punto de partida y de llegada, dando validez solamente a lo que dicen y piensan los adultos que dirigen a los/as jóvenes según sus experiencias y creencias personales sin tomar en cuenta sus necesidades y opiniones.

Las corrientes teóricas más relevantes son: desarrollo psicobiológico, momento clave para la integración social, Dato socio demográfico, jóvenes como agentes de cambio, jóvenes como problema de desarrollo, generaciones.

La construcción social de la juventud

La construcción social de la juventud constituye el nuevo enfoque para trabajar con, por, para, y desde los/as jóvenes; es decir, es otra forma de mirar a las juventudes sin perderlas de vista como protagonistas de su historia.

Esta teoría explicita que las juventudes se construyen y se re construyen; sin encontrar discursos neutros sobre el ser joven, cada sociedad define a la juventud a partir de sus propios parámetros culturales, sociales, políticos y económicos. Desde esta perspectiva encontramos aportes de la antropología y de la sociología, resaltando dos dimensiones particulares del tema:

Las identidades juveniles: rasgos de pertenencia que delimitan quiénes son y quienes no son jóvenes, como resultado de un proceso de construcción socio cultural de lo que dice la sociedad y lo que opinan ellos mismos.
Las culturas juveniles: definidas como formas diversas de expresión juvenil.

Cada sociedad define a la juventud a partir de sus propios parámetros culturales, sociales, políticos y económicos, por lo que no hay una definición única de juventud. La juventud no es un periodo de tiempo con características estáticas, sino que está en permanente construcción y reconstrucción, por lo tanto las tradicionales formas de mirar a la juventud se pueden transformar.

Es necesario entonces partir de las realidades, necesidades y expresiones juveniles de cada tiempo, mirando a los/las jóvenes como actores estratégicos de su desarrollo y sujetos de derechos, así como personas completas que pueden transformar su vida y contribuir en la construcción de una sociedad más justa y equitativa.

Preguntémonos personal y comunitariamente: ¿Qué discursos que se han manejado hasta ahora se deben deconstruir y cuáles se deben construir?

REALIDAD JUVENIL EN AMÉRICA LATINA

“No hay análisis social que pueda prescindir de los individuos, ni análisis de los individuos que pueda ignorar los espacios por donde ellos transitan” (Augé, ibid).

Normalmente cuando se habla de la realidad juvenil, se lo hace de forma superficial, como si fuese un agregado obligatorio que carece de valor y sin una vinculación real a los procesos de la pastoral juvenil.
Es necesario entonces, empezar este documento exponiendo algunas evidencias sobre la importancia de conocer, analizar y tener como eje de acción la realidad juvenil:

Permite identificar y reconocer a los diferentes actores de la realidad, sus roles, interrelaciones, alianzas, dinámica social, recursos e implicaciones en la situación juvenil.
Proporciona elementos para el análisis de problemas que enfrenta el sector de la juventud en comparación con otros sectores de la población.
Orienta las decisiones sobre la planificación, diseño, ejecución y evaluación de planes, programas y proyectos para las juventudes, evitando la improvisación.
Facilita la evaluación sobre el respeto, vigencia y ejercicio de los derechos humanos que permiten al sector de la juventud alcanzar un desarrollo que se evidencia en “la satisfacción de las necesidades, la igualdad de oportunidades y el estímulo del ejercicio” de sus capacidades[2]

Al presentar la realidad, se lo hace a través de la visualización de cifras y datos estadísticos que son recopilados por medio de varios mecanismos; siendo importante aprender a leer estos datos desde un enfoque adecuado que tenga como centro a los/as jóvenes y sus particularidades, el mundo en que se desenvuelven; sus formas de ser y de estar en el mundo.

Es importante señalar que en los datos de este documento están basados en los últimos estudios realizados en América Latina por organismos especializados como la Organización Iberoamericana de Juventud (OIJ), Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)

Participación Política

Hablar de Participación Política en el caso de los/as jóvenes implica analizar varias aristas; no se pueden lanzar comentarios al aire como: “los/as jóvenes son apáticos a la política”, sin antes haber hecho un estudio de las razones que han llevado a una supuesta apatía; o, definir si mas bien la participación juvenil se ha transformado y tiene nuevas expresiones.

En este sentido es importante entonces considerar la participación política en el marco de los derechos y la normativa vigente, la posición de los estados frente a la juventud, y la situación actual frente a la participación.

En primera instancia la participación política es un derecho que forma parte de la generación de derechos de la libertad, la cual está visibilizada claramente en la Convención Iberoamericana de la Juventud, normativa vigente en América Latina, que señala “Los Estados Parte se comprometen a impulsar y fortalecer proceso sociales que generen formas y garantías que hagan efectiva la participación de jóvenes de todos los sectores de la sociedad, en organizaciones que alienten su inclusión”.[3]

Teniendo como referencia la normativa respecto al derecho a la participación, es necesario evidenciar que para los Estados los/as jóvenes han sido considerados como sujetos emergentes, que aparecen solo en determinados momentos históricos; sin constituir sujetos de derechos, ciudadanos y actores del desarrollo de las sociedades.

Al hablar de los/as jóvenes y su relación con la política y específicamente con sus prácticas políticas, hemos de empezar por reconocer la crisis generalizada en la participación política y en la vida de los partidos políticos en las sociedades latinoamericanas. Caída de presidentes, períodos extensos de corrupción, enfrentamientos entre la sociedad civil, pérdida de legitimidad y legalidad, son entre otros, el glosario de desaciertos políticos en la actualidad.

La fragmentación social ha llevado a que se trate como siendo minorías a quienes constituyen grandes mayorías, entre ellos los/as jóvenes, de ahí que el Estado no pueda vincularlos en el desarrollo de planes y programas que atiendan sus demandas.

Este primer escenario rompe con el estereotipo que atribuye el problema de la política actual al desinterés de los adolescentes y de los jóvenes, a su conducta o actitud frente a la realidad, ya que no existen las condiciones para una participación política real de la juventud.

La disminución de la participación juvenil en los partidos, movimientos políticos y en la búsqueda de la representatividad política, visualiza el rechazo de las estructuras en el terreno de lo político, evidenciando la búsqueda de los/as jóvenes de nuevos canales y códigos de pensamiento y acción en este espacio; de ahí que se debería hablar de un distanciamiento de las formas tradicionales de hacer política más que de un desinterés por lo público.

La participación política de los/as jóvenes en América Latina es menos institucionalizada. Debido a la poca credibilidad en los políticos como representantes de la ciudadanía, se opta por una participación directa, desconcentrada, descentralizada, que se hace efectiva en los territorios, a través de la vinculación y trabajo en redes.

“Otro tipo de participación que crece día a día es la del voluntariado juvenil, que incluye acciones y formas de asociación; en donde se construye la confianza colectiva, los puentes intergeneracionales, un mayor reconocimiento simbólico, y una participación más clara en el bienestar colectivo”[4]

¿Qué es el Estado para los/as jóvenes?
¿Qué sitio guardan los/as jóvenes para el Estado?

Desempleo

El modelo socio económico que se vive en América Latina ha contribuido a que la sociedad mire a l@s jóvenes como mano de obra barata e inexperta, obligándolos a tener trabajos informales, inestables, inseguros y mal remunerados.

Los estudios sobre empleo, se hacen teniendo presente a la población económicamente activa (PEA); es necesario saber que en la PEA están consideradas las personas que están en edad de trabajar (desde los 12 años), que trabajan, y que no trabajan, pero tenían trabajo o estaban en disponibilidad de hacerlo, se excluyen a las personas que se dedican a los quehaceres domésticos, y a quienes solo estudian y no trabajan, es decir que muchos jóvenes ni siquiera están considerados dentro de la PEA.

La dependencia de l@s jóvenes en sus familias, la rotación en distintos empleos, la demanda del mercado que pide a l@s jóvenes que tengan experiencia y alto nivel educativo, han generado desempleo y subempleo en el sector de juventudes.

Pese a que la generación actual tiene mas escolaridad, los niveles de desempleo son mayores, con menos remuneraciones, y menos acceso a seguridad social. Según los datos de la Organización Iberoamericana de la Juventud (Chillan, 2004) el desempleo de los jóvenes es cinco veces mayor al de los adultos mayores de 45 años. De acuerdo al estimado, de cada 100 nuevos contratos laborales que aparecen en la región, 93 son para adultos y solo siete para jóvenes, estos últimos además en su mayoría de tiempo parcial.

El desempleo en l@s jóvenes tiene consecuencias culturales, sociales, económicas y personales directamente relacionadas con la baja autoestima que experimentan a quedarse sin trabajo.

Es indispensable que el Estado garantice trabajos dignos, seguros, estables y bien remunerados para l@s jóvenes, que son actores estratégicos del desarrollo de los países.

¿Cuáles son los empleos tienen los/as jóvenes?

¿Cuántos de los/as jóvenes empleados tienen contrato de trabajo y seguro social?

¿Cuál es el promedio de sueldo de los/as jóvenes?

¿Qué consecuencias trae consigo el desempleo en los/as jóvenes?

Violencia

El problema de la violencia en los/as jóvenes tiene estrecha relación con la mortalidad juvenil; se estima que de cada 100 fallecimientos de varones jóvenes, 77 son atribuibles a causas violentas. En las mujeres son 38 de cada 100 (CEPAL, 2004)

“La participación de jóvenes en hechos de violencia está relacionada con el contexto global de desigualdades que se generan en las grandes ciudades y capitales latinoamericanas. Así, la segregación urbana deteriora la calidad de la vida comunitaria, y altera los patrones locales de asociatividad.

Todo lo anterior ha dado origen a nuevas formas de violencia urbana y de organizaciones que ejercen violencia para apropiarse de territorios urbano-marginales, controlar redes o nichos de narcotráfico y otras formas de crimen transnacional organizado, así como para enfrentar por vía violenta la violencia de otros.

El problema de la violencia juvenil requiere un “giro copernicano”, que reconozca a la juventud como actor y sujeto de derechos, que facilite su acceso a activos que le permitan ganar autonomía, abriendo espacios de autoafirmación juvenil en el ámbito público y político. “A mayor inclusión y ciudadanía, menor violencia, tal sería el supuesto y el desafío.”[5]

¿Cuál es la diferencia en el tipo de violencia que viven los hombres y el que viven las mujeres?

¿Cuáles son las causas de la violencia en los/as jóvenes?

Políticas Públicas

Las Políticas Públicas son las acciones que realiza el Estado en beneficio de todas las personas, tomando en cuenta las necesidades que tienen, o los problemas que enfrenta la población.

Las Políticas Públicas tienen un ciclo; una de las etapas del mismo corresponde a la formulación, la cual estuvo durante varios años en manos exclusivas del Estado, ahora se ha visto conveniente que la sociedad también se integre en la primera fase y que mantenga su rol como veedores del cumplimiento de las mismas.

De aquí la importancia de conocer las políticas públicas: dimensiones, fases, tipos y avances en la región, tema que sin duda se debe abordar en un segundo momento de manera más amplia.

En este primer artículo animamos a los/as jóvenes a responder las siguiente preguntas que servirán como marco para conocer más respecto de esta temática.

¿En tu país, hay planes, programas que contemplan tus necesidades como ciudadano?

¿El Estado te tiene en cuenta a la hora de pensar políticas públicas? ¿De qué manera?

LA FAMILIA UN RETO Y COMPROMISO


P. Benito Del Vecchio, sdb

EN LA ESCUELA Y EN EL COLEGIO CON LOS HIJOS
Los padres no pueden pensar en “delegar” la educación fundamental de la persona a la escuela o al colegio. En otras palabras, no deben solamente “esperar” ciertos resultados. Deben colaborar para lograrlos. Ellos son los maestros de madurez humana.

Formar “honrados ciudadanos”, uno de los objetivos del sistema educativo de Don Bosco, es también un deber. Para lograr tal objetivo la familia y la sociedad hacen una alianza en ese periodo particular que es la escuela y el colegio. La familia puede hacer mucho para que sea mucho más sereno, útil y eficaz este importante periodo de vida de los hijos.

La escuela y el colegio son un gran periodo de aprendizaje. Lo que efectivamente los muchachos deben hacer, es apoderarse de los instrumentos fundamentales para influenciar creativamente en la realidad humana. Deben aprender a pensar, a expresarse correctamente, a usar creativamente todo aquello que sirve para realizar la tarea humana fundamental. Deben lograr realmente el uso de razón. Es como si tuvieran que aprender un oficio y eso exige tiempos largos. Nadie aprende a estudiar sencillamente porque recibe la orden “¡Estudia!”, amenazas o chantajes de diverso tipo.

Las transformaciones siempre más rápidas en el campo de la informática y la telemática, la continua evolución en el campo legal y económico, ponen a los estudiantes frente a un problema urgente. Deben aprender en forma flexible y en tiempo muy corto.

Un oficio se aprende generalmente mirando e imitando al que es experto. La autonomía, las habilidades sociales, la disciplina intelectual, todo lo que constituirá lo que llamamos “ser uno mismo” del hombre maduro, se aprende si es propuesto y, en ocasiones impuesto.

Nunca los dejen solos, pero no los sustituyan. En lo posible, los padres deben evitar dos conductas opuestas: ponerse en el lugar de los chicos en el desarrollo de sus tareas, o abandonarlos a sus propias fuerzas, realizando cuando más la función de “cuidadores”.

Denles una motivación sólida. El problema de fondo de los muchachos es el siguiente: “¿Por qué tenemos que estudiar?”. Los padres deben manifestar claramente sus expectativas. A través del aliciente y el ejemplo, sobre todo. En el fondo, los niños estudian a la fuerza. Los estudios son algo que les interesa a los adultos, no a ellos. Los pequeños quieren enterarse, eso sí. Tienen una curiosidad inmensa, que la escuela ordena y enrumba, como el agua destinada a producir energía eléctrica en una central. Esto pide esfuerzo. Pero muchos chicos no logran ver un propósito convincente en esta sucesión de materias escolares. La indefinida indicación de un mítico “diploma” ya no es suficiente.

En la casa, los chicos deben ver concretamente “de qué sirven la escuela y el colegio”. Si la escuela no es relacionada con la vida, corre el riesgo de ser percibida como una inútil y tormentosa obligación. El periodo escolar de los hijos es la más grande inversión de los padres para el futuro: una inversión que deben protegerse en todas las formas posibles. La primaria y la secundaria no son una condena. Hay que luchar, y mucho, para que los hijos sientan el placer de aprender, el placer de leer, el placer de razonar. El amor por los libros, por ejemplo, normalmente se aprende en la casa.

Enseñen un método de trabajo. El cerebro se hace tanto más eficiente cuando más eficientemente es usado. La memoria trabaja tanto mejor cuanto más se la hace trabajar. La inteligencia de muchos jóvenes corre el riesgo de atrofiarse, simplemente por falta de ejercicio. Para poder lograr el “pensar”, el niño necesita que se le enseñe a pensar. Para poder usar adecuadamente la memoria, necesita que se le enseñe a recordar. Para poder resolver adecuadamente los problemas, necesita que se le enseñen las técnicas de solución de los problemas. Descubrir el “cómo se hace” en el estudio, les hace a los muchachos más seguros en un campo tan importante de su vida y en una edad que ansiosamente busca sobre todo la seguridad.

Ayúdenles a administrar el tiempo. Es importante que los padres ayuden a los hijos a “mantener el día en orden”, a hacer un programa jerárquico de los compromisos. Es bueno que los padres controlen la agenda con los hijos. Para ayudarlos a hacer una programación que debe integrar a los empeños escolares, también la diversión, el juego, el deporte, actividades colectivas. El estudio necesita tranquilidad y serenidad global.

Eviten las ansias “del fracaso”. Es necesario mantener siempre separada la estimación por el hijo como persona de sus resultados escolares. A menudo el juicio escolar se fija tan solo en el resultado y no toma en cuenta el progreso que hubo. Muchas dificultades escolares nacen de problemas que nada tienen que ver con la pereza ni la distracción.

Están presentes en la vida escolar. ¿Cómo esperar que un niño tome en serio la escuela o el colegio, si sus padres no se interesan en eso? Los hijos sienten que es importante lo que los padres demuestran considerar importante. Los padres deben participar en las reuniones y en los encuentros y hacerlo no como si fuera una especie de contrapartida de la instrucción escolar, sino sintiéndolo como el más precioso de los aliados.

UN HIJO ORGANIZADO

Los pequeños necesitan organizar su mente para encaminar y orientar su aprendizaje, su pensamiento y su forma de recordar y producir, según una secuencia temporal utilizable y un esquema espacial coherente.

No es una operación instintiva y no es sencilla. Recordar cómo hay que atarse los zapatos y más tarde, cómo hacerse el nudo de la corbata, requiere de la habilidad de memorizar y luego recuperar secuencias motoras. Recordar los cumpleaños, la receta de la torta de manzanas o un chiste bastante largo, son todas acciones que requieren de la capacidad de memorizar las cosas en el orden correcto.

Es muy importante, en ese periodo, que los padres, por un lado, impulsen a los hijos en el entrenamiento y, por otro, hagan el esfuerzo de observar eventuales puntos débiles en este campo. El que no aprende a tener una mente “ordenada” corre el riesgo de tener una vida de estudio llena de tropiezos y sobresaltos y desalentadora.

La exigencia de organizar el tiempo personal crece aún más en la escuela superior. Aunque muchos adolescentes tienden a dejarla de lado o rechazarla.

Todos los chicos deben ser ayudados en el aprendizaje de la administración del tiempo, por ejemplo, haciéndoles preparar el programa de una tarde, compromisos o el itinerario de las vacaciones. Con los niños y los preadolescentes, es mejor usar relojes analógicos y no digitales, así ellos pueden observar el movimiento de las manecillas y organizar su tiempo en base a los intervalos sucesivos que tienen su compás en el reloj. Inclusive, la escuela debería contribuir en esta función educativa, haciendo que los chicos escriban horarios y planes de trabajo o completen proyectos de largo alcance, ilustrando sucesivamente las varias etapas de los mismos.

Profesores y padres deben estar listos siempre, para darse cuenta si el niño se desorienta, se distrae o incluso entra en crisis cuando recibe instrucciones u órdenes complejas a realizar en varias fases. En efecto, pudiera tratarse de un caso de memoria secuencial inadecuada. Sería bueno que los padres impulsaran a los hijos a tener una agenda y controlar con los compañeros lo que se les ha pedido que hagan.

Desde los primeros años de vida, poesías, canciones y juegos basados en el ritmo pueden reforzar las capacidades de ordenamiento secuencial. Los refranes con el alfabeto y los meses del año y otros diferentes expedientes de tipo práctico son particularmente eficaces. En general, la música representa un óptimo medio para favorecer el ordenamiento secuencial.

Las exigencias del colegio pueden representar una verdadera terapia de choque para la adquisición de la capacidad de administrar los objetos. En la casa, un ambiente de trabajo bien organizado ayuda enormemente. Los padres deberían ser comprensivos y ayudar a los muchachos que tienen problemas con el orden espacial para que lleguen a ser más organizados. Es totalmente inútil repetir lamentos y recomendaciones.

Palabras inútiles que sirven tan solo para mortificar a los hijos. Es mejor ayudarlos a hacer un “mapa” de los objetos y usar etiquetas en los cajones.


“NO SÉ QUÉ QUIERO HACER DESPUÉS…”

Los hijos no están en posibilidad de resolver por sí solos el caótico problema del futuro. En este campo tienen más que nunca necesidad de un adulto, porque la solución del problema depende de una serie de comportamientos típicamente adultos y maduros que solo los padres pueden enseñar con paciencia y cariño.

“La chompa es lo que tengo que ponerme yo cuando mi mamá tiene frío”, afirma tranquilamente un muchacho. Los más grandes pudieran decir: “Economía y Comercio es la facultad que frecuento yo porque le gusta a mi padre”

El problema del “después”, del futuro, está convirtiéndose en uno de los más difíciles en la relación entre padres e hijos. Hay una atmósfera de inquietud, incertidumbre y también miedo. De aquí surgen situaciones contrastantes. Un silencio con pautas de intolerancia con varias manifestaciones, irritantes peleas, una forma de vivir casi obsesiva el presente, rechazando el problema. Los adolescentes llegan a ser el terreno de pelea entre dos mundos: el exterior, hostil, amenazador y para nada acogedor, y el interior, poblado de sueños y deseos que, a menudo, no se atreven a confesar. Y justo ese es el momento en que se les pide que “decidan qué hacer después”.

El futuro comienza en el momento del nacimiento. El niño no es un disquete virgen de computadora. Ya nace marcado por muchos elementos. El futuro está escrito en las características fundamentales de la persona, en sus inclinaciones, en la situación concreta ambiental, social económica en que se halla. Este es el trampolín, la base de lanzamiento. La forma peor de empezar es no apreciarlo. Una bellísima plegaria enseña a decir: “Amo el puesto donde me hallo, amo a la gente con quien vino, amo mi vida…”

Aprender el arte de elegir. Elegir normalmente es doloroso, ya que siempre significa renunciar a algo. Es fruto de reflexión madura. Esta es una operación sumamente difícil en este mundo en que todo está bajo el sello de la seducción más descarada, que presenta como brillantes espejismos e ilusiones. Desde pequeños los hijos deben entrenarse en hacer elecciones que apunten a un fin determinado. Deben acostumbrarse a tomar decisiones.

Hay que tener sentido de la realidad. Padres – hijos – realidad: este es el Triángulo de las Bermudas donde se pierden los sueños. El choque entre las expectativas de los padres y los sueños de los hijos es normalmente sangriento. Los muchachos hoy viven suspendidos en una realidad con frecuencia ficticia. Evaluar con objetividad las posibilidades concretas es muy difícil para ellos. Si no son ayudados, se lanzan casi a ciegas en una facultad universitaria o un trabajo tan solo por haber sido agradablemente impresionados por la hojita que les hace propaganda.

Saber planear. Significa tener metas y objetivos y planificar la forma de lograrlos. Esto también se aprende desde pequeños. Los adolescentes tienen notables reservas de energía que, sin embargo, a menudo corren el riesgo de quedar inutilizadas si no son impulsadas por un “reto” adecuado. El hombre que tiene éxito es siempre el hombre que tiene una idea (que jamás pierde de vista) y no de treinta y seis mil proyectos que no logra llevar a cabo.

Tener voluntad. Los muchachos tienen un recurso importante a invertir: la fuerza de voluntad. En realidad, cada vez están menos entrenados para el esfuerzo. Tienen veleidades, no voluntad. Deben ser impulsados con el ejemplo, no con los sermones.

Prepararse. La espera no es un tiempo vacío: es el tiempo de la creación. Los padres pueden y deben dotar a los hijos con estructuras mentales y éticas, con cualidades humanas e intelectuales, en colaboración con el colegio y la escuela. El fracaso escolar siempre es señal del fracaso de una “relación”.

Buscar juntos. “Tú no sabes lo que quieres”, es una ofensa que duele mucho, sobre todo porque lanza a la cara la verdad. Es peligroso considerar el asunto en forma simplista: los padres preguntan – el hijo responde. La elección del futuro es el camino más difícil a cruzar: los hijos deben ser tomados de la mano, con discreción, pero también con firmeza. La consejería es una actividad que está poniéndose de moda. El orgullo, la vanidad y en ocasiones inclusive la timidez, son una fuente de peligros notable: crean la ilusión de que ya se sabe todo e impide pedir consejo. Hallar a un buen consejero significa, a menudo, descubrir un atajo y ahorrar tiempo.

Saber recuperar. El que actúa puede fracasar. El miedo al fracaso paraliza a muchos. Sobre todo, en un mundo que ensalza el éxito como única meta. Los padres pueden garantizar a los hijos un clima de seguridad y confianza como, por ejemplo, “en todo caso puedes contar con nosotros”, que les permita digerir eventuales decepciones, sin desalentarse, y volver a empezar.

Pensar en términos de “vocación”. De alguna manera, todos tienen una “misión” que cumplir. No estamos aquí tan solo para “pasar la vida”. Descubrir y escuchar este llamado interior, es el secreto de una vida exitosa.

COMO EL AGUA PARA LOS PECES

El espíritu de la familia
Si la familia feliz fuera un rompecabezas, ¿cuáles serían las piezas que la componen? Es lo mismo que preguntarse ¿cuáles son los componentes, los ladrillos, de la familia feliz? Don Bosco usa una expresión típica que coloca en la base de su sistema educativo: Espíritu de la familia. Don Bosco quiso que sus planteles se llamaran “casas” y en el pequeño tratado Sistema Preventivo escribió que los educadores deben ser “padres amorosos”. Con talles expresiones intentaba describir una atmósfera difícil de expresar y definir, pero decididamente respirable, algo similar a lo que el agua es para los peces. Algo que hace espontáneamente exclamar: “Aquí estoy bien”. ¿Cuáles son los elementos que hacen el espíritu de la familia? Don Bosco claramente intuyó que la familia no está constituida por el lazo de sangre, las motivaciones económicas, legales o sociales. Ni religiosas tampoco. El único lazo que “hace” la familia es el afecto, el amor.

Es el amor el único terreno que da a los niños y los muchachos el alimento humano, moral, psicológico y cultural, que les permite crecer. Esta es la roca sólida y no la arena, sobre la cual podrán construir su casa.

La familia puede ser definida como el núcleo efectivo originario. La familia feliz es una familia que vive en un auténtico, profundo, sincero y estable clima afectivo. Y se concreta en una serie de factores vitales: los que forman el verdadero “espíritu” de la familia.

Estar presente. Se trata del “querer hacerlo”, la inversión del tiempo, energías, voluntad, dedicación, sacrificio, en otras palabras: todo lo que uno da de sí mismo a la familia. La familia es lo primero. Demasiadas familias “se mueren” simplemente por negligencia.

La familia es un sistema, y eso significa en primer lugar que nadie está excluido, nadie es espectador, nadie puede decir: “yo no tengo que ver”. En la relación circular, cada elemento es al mismo tiempo punto de partida y punto de llegada, receptor y transmisor en el círculo – sistema de la familia, cada cual tiene un lugar tal que, si no estuviera-, el sistema entero sería distinto, sería “otra” familia. No importa lo que pase en la familia, nadie puede decir: “Yo no estuve”, “Yo no tengo nada que ver”. Incluso el que intenta evadirse, el que intenta –de labios para afuera- dejar libres a los demás con uno de los infinitos síntomas inventados por la fantasía humana, no hace más que decir: “Aquí estoy” y su comportamiento influencia y es influenciado por el de todo los demás. Cualquier cosa que haga, inclusive, por ejemplo, quedarse en cada todo el día o emborracharse, en un intento de decir “no estoy”; todo intento de fuga de la realidad es vano ya que incluso si yo comunicara que “no estoy”, en esta “no presencia” me haría presente. Todos sabemos que son diez, cien mil formas de decir en familia: “Yo no estuve”. Amarse mutuamente (y ¡decírselo!). El amor “unidireccional” es un contrasentido que dura poco. Todos son responsables de la felicidad familiar.

Hacer cosas juntos. A la pregunta: “En tu opinión ¿qué se necesita para tener una familia feliz?”, la respuesta de 1500 muchachos no fue el dinero, los coches o una casa hermosa, sino “la posibilidad de hacer algo juntos”. “Pasarnos el tiempo juntos, tanto trabajando como divirtiéndonos”, escribió una madre. “Nos sentimos más cerca unos de otros precisamente trabajando juntos”.

Comunicar. “Dedicamos mucho tiempo a la conversación informal, afirma un padre, en ocasiones se manifiesta un problema, un estado anímico o algún valor que pulsa con urgencia dentro de nosotros y pide ser discutido. Pero si mi hijo no logra hablarme de coches o deportes ¿por qué debería esperar que quiera enfrentar conmigo el candente tema de la distribución de droga en los colegios?” Los padres deben aprender a hablar con los hijos, no a los hijos.

Apreciar. Sentirse estimado y apreciado por los demás es una exigencia vital de todos los seres humanos. En las familias felices, el grado de apreciación recíproca es altísimo. Una madre escribe: “Todas las noches entramos al dormitorio de nuestros hijos, los abrazamos fuerte, los besamos y les decimos: ustedes son realmente unos buenos chicos y les queremos mucho. Creemos que es importante comunicar este mensaje al terminar cada día”.

Transmitir. La familia es el primer vehículo de conocimiento del mundo: transmite valores, juicios, conceptos e ideologías. Es el mejor lugar para “crecer” juntos. La transmisión del saber está sobre todo en manos de los padres, quienes sin embargo aprenden a su vez cosas importantes de los hijos que llevan a casa nuevas informaciones y tendencias. Es importante recordar que los seres humanos aprenden de los modelos. No aprenden una cosa porque es expresada. Aprenden mirando, observando, tomando una cosa y poniéndola a prueba. Así es como se aprende en la familia.

Ayudar. ¿Dónde se puede hallar ayuda y consuelo en los momentos difíciles sino en la familia? Una familia sana es un lugar en el cual se entra para buscar consuelo, para crecer y regenerarse, un lugar del cual uno sale renovado y restaurado, lleno de la fuerza necesaria para enfrentar a la vida con actitud positiva.

Probar. La familia es el terreno de experimentación en el cual se ponen a prueba ideas y comportamientos, recibiendo del mismo un “reflejo”, un “retorno” que permite ajustar o coordinar la imagen de uno mismo. Los adolescentes, por ejemplo, necesitan probar ideas y conductas, así como se prueban los trajes frente al espejo. Quienes nos aman nos hacen encantados de “espejos”. Y cuando es conveniente, nos corrigen con bondad.

Resolver los problemas. Incluso las familias unidas tienen sus problemas, pero tienen la capacidad de superar las inevitables dificultades conforme éstas se presentan. Frente a todo problema nunca se preguntan “¿de quién es la culpa?” ni pierden tiempo en hacer procesos o analizar los aspectos negativos de las personas involucradas. Su pregunta es siempre esta: “¿Cómo podemos salir?”.

Tener un alma. El amor familiar no sobrevive sin una raíz “grande”. Las familias felices expresan concretamente en la vida diaria su dimensión espiritual. Comparten valores auténticos, no solamente casa y comida. La familia que reza reunida, con el tiempo adquiere un alma grande, hecha de ternura, perdón, comprensión, Dios.

Perdonar. “Cuando un litigio ha terminado, hay que olvidarlo”, dice un sabio. El amor familiar es siempre indulgente. Los hijos deben ser reprochados sin que duden un solo instante del amor de sus padres.

Celebrar. Las familias felices “celebran” su felicidad. Con todas las fiestas y solemnidades posibles, pero también con un clima normal de felicidad y optimismo.

Matemáticas del amor

Estas son las matemáticas que necesitamos : “Restar sufrimientos, dividir bienes, sumar alegrías y multiplicar esperanzas”.

Restar sufrimientos. Es la misión que realizamos al ponernos en el lugar de los otros con una amorosa comprensión.
Al tratar a los demás como queremos ser tratados borramos las penas con el servicio y cambiamos lágrimas por sonrisas.

Dividir bienes que es lo mismo que compartir y hacer justicia social. Para lograrlo hay que creer en el desapego. Dividir bienes es crear la hermandad con la solidaridad para que no haya demasiados con poco y poco con demasiado.

Sumar alegrías es el bien que hacemos con la magia del amor, con los detalles, el diálogo, el perdón y la ternura.

Multiplicar esperanzas es urgente cuando reinan la falta de fe y el desaliento. Seamos, pues, sembradores de ánimo y optimismo. En constante unión con Dios somos capaces de insistir y dejar este mundo mejor de lo que lo encontramos.

XXV JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

(28 DE MARZO DE 2010)

«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?» (Mc 10,17)

Queridos amigos:
Este año celebramos el 25 aniversario de la institución de la Jornada Mundial de la Juventud, querida por el Siervo de Dios Juan Pablo II como una cita anual de los jóvenes creyentes de todo el mundo. Fue una iniciativa profética que ha dado abundantes frutos, ofreciendo a las nuevas generaciones la oportunidad de encontrarse, de ponerse a la escucha de la Palabra de Dios, de descubrir la belleza de la Iglesia y de vivir experiencias fuertes de fe, que han llevado a muchos a la decisión de entregarse totalmente a Cristo.
Esta XXV Jornada representa una etapa hacia el próximo Encuentro Mundial de jóvenes, que tendrá lugar en agosto de 2011 en Madrid, con la esperanza de que seáis muchos los que podáis vivir este evento de gracia.
Para prepararnos a esta celebración, quisiera proponeros algunas reflexiones sobre el tema de este año, tomado del pasaje evangélico del encuentro de Jesús con el joven rico: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” (Mc 10,17). Un tema que ya trató, en 1985, el Papa Juan Pablo II en una Carta bellísima, la primera dirigida a los jóvenes.
1. Jesús encuentra a un joven
«Cuando salía Jesús al camino, —cuenta el Evangelio de San Marcos— se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”. Jesús le contestó: “¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno mas que Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre”. Él replicó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño”. Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: “Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres —así tendrás un tesoro en el cielo—, y luego sígueme”. Ante estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico» (Mc 10, 17-22).
Esta narración expresa de manera eficaz la gran atención de Jesús hacia los jóvenes, hacia vosotros, hacia vuestras ilusiones, vuestras esperanzas, y pone de manifiesto su gran deseo de encontraros personalmente y de dialogar con cada uno de vosotros. De hecho, Cristo interrumpe su camino para responder a la pregunta de su interlocutor, manifestando una total disponibilidad hacia aquel joven que, movido por un ardiente deseo de hablar con el «Maestro bueno», quiere aprender de Él a recorrer el camino de la vida. Con este pasaje evangélico, mi Predecesor quería invitar a cada uno de vosotros a «desarrollar el propio coloquio con Cristo, un coloquio que es de importancia fundamental y esencial para un joven» (Carta a los jóvenes, n. 2).
2. Jesús lo miró y lo amó
En la narración evangélica, San Marcos subraya como «Jesús se le quedó mirando con cariño»(Mc 10,21). La mirada del Señor es el centro de este especialísimo encuentro y de toda la experiencia cristiana. De hecho lo más importante del cristianismo no es una moral, sino la experiencia de Jesucristo, que nos ama personalmente, seamos jóvenes o ancianos, pobres o ricos; que nos ama incluso cuando le volvemos la espalda.
Comentando esta escena, el Papa Juan Pablo II añadía, dirigiéndose a vosotros, jóvenes: «¡Deseo que experimentéis una mirada así! ¡Deseo que experimentéis la verdad de que Cristo os mira con amor!»(Carta a los jóvenes, n. 7). Un amor, que se manifiesta en la Cruz de una manera tan plena y total, que san Pablo llegó a escribir con asombro: «me amó y se entregó a sí mismo por mí»(Ga 2,20). «La conciencia de que el Padre nos ha amado siempre en su Hijo, de que Cristo ama a cada uno y siempre, —sigue escribiendo el Papa Juan Pablo II—, se convierte en un sólido punto de apoyo para toda nuestra existencia humana»(Carta a los jóvenes, n. 7), y nos hace superar todas las pruebas: el descubrimiento de nuestros pecados, el sufrimiento, la falta de confianza.
En este amor se encuentra la fuente de toda la vida cristiana y la razón fundamental de la evangelización: si realmente hemos encontrado a Jesús, ¡no podemos renunciar a dar testimonio de él ante quienes todavía no se han cruzado con su mirada!
3. El descubrimiento del proyecto de vida
En el joven del evangelio podemos ver una situación muy parecida a la de cada uno de vosotros. También vosotros sois ricos de cualidades, de energías, de sueños, de esperanzas: ¡recursos que tenéis en abundancia! Vuestra misma edad constituye una gran riqueza, no sólo para vosotros, sino también para los demás, para la Iglesia y para el mundo.
El joven rico le pregunta a Jesús: «¿Qué tengo que hacer?». La etapa de la vida en la que estáis es un tiempo de descubrimiento: de los dones que Dios os ha dado y de vuestras propias responsabilidades. También es tiempo de opciones fundamentales para construir vuestro proyecto de vida. Por tanto, es el momento de interrogaros sobre el sentido auténtico de la existencia y de preguntaros: «¿Estoy satisfecho de mi vida? ¿Me falta algo?».
Como el joven del evangelio, quizá también vosotros vivís situaciones de inestabilidad, de confusión o de sufrimiento, que os llevan a desear una vida que no sea mediocre y a preguntaros: ¿Qué es una vida plena? ¿Qué tengo que hacer? ¿Cuál puede ser mi proyecto de vida? «¿Qué he de hacer para que mi vida tenga pleno valor y pleno sentido?» (ibíd., n. 3).
¡No tengáis miedo a enfrentaros con estas preguntas! Ya que mas que causar angustia, expresan las grandes aspiraciones que hay en vuestro corazón. Por eso hay que escucharlas. Esperan respuestas que no sean superficiales, sino capaces de satisfacer vuestras auténticas esperanzas de vida y de felicidad.
Para descubrir el proyecto de vida que realmente os puede hacer felices, poneos a la escucha de Dios, que tiene un designio de amor para cada uno de vosotros. Decidle con confianza: «Señor, ¿cuál es tu designio de Creador y de Padre sobre mi vida? ¿Cuál es tu voluntad? Yo deseo cumplirla». Tened la seguridad de que os responderá. ¡No tengáis miedo de su respuesta! «Dios es mayor que nuestra conciencia y lo sabe todo»(1Jn 3,20).
4. ¡Ven y sígueme!
Jesús invita al joven rico a ir mucho más allá de la satisfacción de sus aspiraciones y proyectos personales, y le dice: «¡Ven y sígueme!». La vocación cristiana nace de una propuesta de amor del Señor, y sólo puede realizarse gracias a una respuesta de amor: «Jesús invita a sus discípulos a la entrega total de su vida, sin cálculo ni interés humano, con una confianza sin reservas en Dios. Los santos aceptan esta exigente invitación y emprenden, con humilde docilidad, el seguimiento de Cristo crucificado y resucitado. Su perfección, en la lógica de la fe a veces humanamente incomprensible, consiste en no ponerse ellos mismos en el centro, sino en optar por ir contracorriente viviendo según el Evangelio»(Benedicto XVI, Homilía en ocasión de las canonizaciones, 11 de octubre de 2009).
Siguiendo el ejemplo de tantos discípulos de Cristo, también vosotros, queridos amigos, acoged con alegría la invitación al seguimiento, para vivir intensamente y con fruto en este mundo. En efecto, con el bautismo, Él llama a cada uno a seguirle con acciones concretas, a amarlo sobre todas las cosas y a servirle en los hermanos. El joven rico, desgraciadamente, no acogió la invitación de Jesús y se fue triste. No tuvo el valor de desprenderse de los bienes materiales para encontrar el bien más grande que le ofrecía Jesús.
La tristeza del joven rico del evangelio es la que nace en el corazón de cada uno cuando no se tiene el valor de seguir a Cristo, de tomar la opción justa. ¡Pero nunca es demasiado tarde para responderle!
Jesús nunca se cansa de dirigir su mirada de amor y de llamar a ser sus discípulos, pero a algunos les propone una opción más radical. En este Año Sacerdotal, quisiera invitar a los jóvenes y adolescentes a estar atentos por si el Señor les invita a recibir un don más grande, en la vida del Sacerdocio ministerial, y a estar dispuestos a acoger con generosidad y entusiasmo este signo de especial predilección, iniciando el necesario camino de discernimiento con un sacerdote, con un director espiritual. No tengáis miedo, queridos jóvenes y queridas jóvenes, si el Señor os llama a la vida religiosa, monástica, misionera o de una especial consagración: ¡Él sabe dar un gozo profundo a quien responde con generosidad!
También invito, a quienes sienten la vocación al matrimonio, a acogerla con fe, comprometiéndose a poner bases sólidas para vivir un amor grande, fiel y abierto al don de la vida, que es riqueza y gracia para la sociedad y para la Iglesia.
5. Orientados hacia la vida eterna
«¿Qué haré para heredar la vida eterna?». Esta pregunta del joven del Evangelio parece lejana de las preocupaciones de muchos jóvenes contemporáneos, porque, como observaba mi Predecesor, «¿no somos nosotros la generación a la que el mundo y el progreso temporal llenan completamente el horizonte de la existencia?» (Carta a los jóvenes, n. 5). Pero la pregunta sobre la «vida eterna» aparece en momentos particularmente dolorosos de la existencia, cuando sufrimos la pérdida de una persona cercana o cuando vivimos la experiencia del fracaso.
Pero, ¿qué es la «vida eterna» de la que habla el joven rico? Nos contesta Jesús cuando, dirigiéndose a sus discípulos, afirma: «volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría» (Jn 16,22). Son palabras que indican una propuesta rebosante de felicidad sin fin, del gozo de ser colmados por el amor divino para siempre.
Plantearse el futuro definitivo que nos espera a cada uno de nosotros da sentido pleno a la existencia, porque orienta el proyecto de vida hacia horizontes no limitados y pasajeros, sino amplios y profundos, que llevan a amar el mundo, que tanto ha amado Dios, a dedicarse a su desarrollo, pero siempre con la libertad y el gozo que nacen de la fe y de la esperanza. Son horizontes que ayudan a no absolutizar la realidad terrena, sintiendo que Dios nos prepara un horizonte mas grande, y a repetir con san Agustín: «Deseamos juntos la patria celeste, suspiramos por la patria celeste, sintámonos peregrinos aquí abajo» (Comentario al Evangelio de San Juan, Homilía 35, 9). Teniendo fija la mirada en la vida eterna, el beato Pier Giorgio Frassati, que falleció en 1925 a la edad de 24 años, decía: «¡Quiero vivir y no ir tirando!» y sobre la foto de una subida a la montaña, enviada a un amigo, escribía: «Hacia lo alto», aludiendo a la perfección cristiana, pero también a la vida eterna.
Queridos jóvenes, os invito a no olvidar esta perspectiva en vuestro proyecto de vida: estamos llamados a la eternidad. Dios nos ha creado para estar con Él, para siempre. Esto os ayudará a dar un sentido pleno a vuestras opciones y a dar calidad a vuestra existencia.
6. Los mandamientos, camino del amor auténtico
Jesús le recuerda al joven rico los diez mandamientos, como condición necesaria para «heredar la vida eterna». Son un punto de referencia esencial para vivir en el amor, para distinguir claramente entre el bien y el mal, y construir un proyecto de vida sólido y duradero. Jesús os pregunta, también a vosotros, si conocéis los mandamientos, si os preocupáis de formar vuestra conciencia según la ley divina y si los ponéis en práctica.
Es verdad, se trata de preguntas que van contracorriente respecto a la mentalidad actual que propone una libertad desvinculada de valores, de reglas, de normas objetivas, y que invita a rechazar todo lo que suponga un límite a los deseos momentáneos. Pero este tipo de propuesta, en lugar de conducir a la verdadera libertad, lleva a la persona a ser esclava de sí misma, de sus deseos inmediatos, de los ídolos como el poder, el dinero, el placer desenfrenado y las seducciones del mundo, haciéndola incapaz de seguir su innata vocación al amor.
Dios nos da los mandamientos porque nos quiere educar en la verdadera libertad, porque quiere construir con nosotros un reino de amor, de justicia y de paz. Escucharlos y ponerlos en práctica no significa alienarse, sino encontrar el auténtico camino de la libertad y del amor, porque los mandamientos no limitan la felicidad, sino que indican cómo encontrarla. Jesús, al principio del diálogo con el joven rico, recuerda que la ley dada por Dios es buena, porque «Dios es bueno».
7. Os necesitamos
Quien vive hoy la condición juvenil tiene que afrontar muchos problemas derivados de la falta de trabajo, de la falta de referentes e ideales ciertos y de perspectivas concretas para el futuro. A veces se puede tener la sensación de impotencia frente a las crisis y a las desorientaciones actuales. A pesar de las dificultades, ¡no os desaniméis, ni renunciéis a vuestros sueños! Al contrario, cultivad en el corazón grandes deseos de fraternidad, de justicia y de paz. El futuro está en las manos de quienes saben buscar y encontrar razones fuertes de vida y de esperanza. Si queréis, el futuro está en vuestras manos, porque los dones y las riquezas que el Señor ha puesto en el corazón de cada uno de vosotros, moldeados por el encuentro con Cristo, ¡pueden ofrecer la autentica esperanza al mundo! La fe en su amor os hará fuertes y generosos, y os dará la fuerza para afrontar con serenidad el camino de la vida y para asumir las responsabilidades familiares y profesionales. Comprometeos a construir vuestro futuro siguiendo proyectos serios de formación personal y de estudio, para servir con competencia y generosidad al bien común.
En mi reciente Carta encíclica — Caritas in veritate— sobre el desarrollo humano integral, he enumerado algunos grandes retos actuales, que son urgentes y esenciales para la vida de este mundo: el uso de los recursos de la tierra y el respeto de la ecología, la justa distribución de los bienes y el control de los mecanismos financieros, la solidaridad con los países pobres en el ámbito de la familia humana, la lucha contra el hambre en el mundo, la promoción de la dignidad del trabajo humano, el servicio a la cultura de la vida, la construcción de la paz entre los pueblos, el diálogo interreligioso, el buen uso de los medios de comunicación social.
Son retos a los que estáis llamados a responder para construir un mundo más justo y fraterno. Son retos que requieren un proyecto de vida exigente y apasionante, en el que emplear toda vuestra riqueza según el designio que Dios tiene para cada uno de vosotros. No se trata de realizar gestos heroicos ni extraordinarios, sino de actuar haciendo fructificar los propios talentos y las propias posibilidades, comprometiéndose a progresar constantemente en la fe y en el amor.
En este Año Sacerdotal, os invito a conocer la vida de los santos, sobre todo la de los santos sacerdotes. Veréis que Dios los ha guiado y que han encontrado su camino día tras día, precisamente en la fe, la esperanza y el amor. Cristo os llama a cada uno de vosotros a un compromiso con Él y a asumir las propias responsabilidades para construir la civilización del amor. Si seguís su palabra, también vuestro camino se iluminará y os conducirá a metas altas, que colman de alegría y plenitud la vida.
Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, os acompañe con su protección. Os aseguro mi recuerdo en la oración y con gran afecto os bendigo.
Vaticano, 22 de febrero de 2010

BENEDICTUS PP. XVI